Wednesday, July 3, 2013

El guardián del gigante

Me encontraba a las orillas del lago, lo acariciaba con la punta de mis dedos, con la palma de la mano, mientras veía como esa fina textura que recubría al gigante se ondulaba como recibiendo cada caricia; un azulado líquido que me permitía atravesarle para llegar hasta su más recóndito secreto.

Me preguntaba cuántas promesas de amor pudieron darse en pequeños barquillos a mediaciones de su grandeza, recubierta por volcanes y un panorama que sellaría –al igual que un beso- cualquier promesa de luna de queso y futuros brillantes, dimensionalmente eternos, tanto que continuarían vigentes más allá de la vida. Y esas promesas se hilaron en una red que atrapaba mi curiosidad mientras acariciaba al gigante. Perdida ante su belleza podía imaginar todas las historias concebidas en momentos distintos de la humanidad.

Contemplaba el reflejo de una luna llena sobre el lago de Atitlan, cuando percibí el avance serpenteado y a gran velocidad de algo que en ese momento parecía atravesar al gigante. Algo que además parecía tener una longitud descomunal de unas cuatro cuadras que chisporroteaban durante su trayectoria. Elevé la vista lo más pronto posible para cerciorarme que no se tratara de una jugarreta de las ondulaciones del agua, pero mi sorpresa fue mayor al confirmar que se trataba de una serpiente melenuda y de ojos brillantes, que con pasmosa seguridad se atravesó majestuosa a la velocidad de un parpadeo.

Me quedé perpleja, con la mano aún al ras de la superficie del lago de Atitlán y con los ojos tan abiertos que parecían estar a punto de salírseme de las órbitas. A penas me creía lo visto cuando uno de los miembros del staff del Hotel Atitlan me encontró.

-          ¿Se encuentra bien? – preguntó serenamente
-          Si le contara lo que acabo de ver, seguramente no me lo creería –
-          He escuchado muchas historias respecto al lago de Atitlán
-          ¿Alguna que involucre a una serpiente melenuda de ojos brillantes?
-          Ahh… usted acaba de tener el honor de conocer al nahual del lago de Atitlan, al guardián – enfatizó con una sonrisa y se retiró.


Yo quedé por un momento contemplando las aguas del gigante, que parecían mucho más pacíficas que antes, como si tuvieran la consciencia de un guardián que vigilaba y cuidaba de sus sueños.

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