Wednesday, August 28, 2013

El mensaje en la botella

Temprano por la mañana, me levanté para contemplar el amanecer que pacífico se extendía por el Lago de Atitlán, como un manto de color naranja. Además había planificado un paseo a las orillas del Lago Atitlan, el gigante adormecido siempre gana mi atención.

Decidida inicié mi recorrido sereno, lento, por momentos me animaba y me acercaba un poco más a la orilla para sentir el agua enterneciendo mis pies descalzos. Y al hundir uno de mis pies en la tierra humedecida por el gigante sentí claramente que una botella de vidrio me topó. Estaba vacía y dentro contenía un pequeño papel. No podía creerlo, pensé que era algo que solo sucedería en el mar, pero esta vez no, esta vez lo presencié yo. Levanté la botella de vidrio y busqué donde sentarme. Abrí la botella y extraje el papelito en el que se leía:

Jar ixoqii' ojeer nkixib'ej kii' neech'ajom qaj pa ya' keeyoon, nekikanojel chik na julee kachib'iil chi utz k'a ma k'o ta nexib'eeni, xa rumajk kik'aaxaan chi wi xa ayoon natb'e chi ya' nel to jun ixoq chi aawach jani ch'uu' ritz'ajtiik, ja rupalaj q'anij ixoq nkayi, ja k'a ruujeey q'anij junaan ruuk'iin ruujeey ch'uu'; ja wi jawa' ixoq ch'uu' xuuk'ut rii' chi ruuwach jun winaq, ja k'a ntz'atob'i nok chik ixoq ch'uu'; ja toq nuk'ut rii' chi keewach ja winaq xa ruchib'il nrajob'eej, xa rumajk ari' nerutarab'ej jar ixoqii' toq neeb'e pa b'anoj ch'ajom chi ya'

Sabía que su contenido estaba escrito en idioma quiché, pero no sabía su verdadero significado, así que corrí al Hotel Atitlán, en el que siempre me hospedo cada vez que visito el Lago de Atitlan, ese que se ha hecho cómplice de todas nuestras aventuras. En cuanto llegué me dirigí a recepción para preguntar por un traductor. Me consiguieron a uno que tomó el papel en sus manos e interpretó:

Antes las mujeres tenían miedo de ir en la playa solas, tienen que ir con más mujeres así no les suceden nada, ellas cuentan que han escuchado que, cuando uno va sola en la orilla del Lago de Atitlan le sale una mujer, entonces a quien se le parece se convierte en pescado y se queda allí ya no puede salir del lago, según comentan que esta mujer cuando sale quiere ver a otra persona así como ella, es por eso ella persigue a las mujeres cuando llegan a lavar ropa en el lago.


Quedé extasiada.

Monday, August 5, 2013

Ante el alba


Y si se tratara de Joaquín por qué tenía que ponerme tan nerviosa, lo había visto una sola vez hacía ya un par de meses en estos mismo jardines del Hotel Atitlán. No tenía ningún sentido revolotear con mariposeos en el vientre, aun pensando que durante aquella velada, todo el tiempo, él estuviese comprometido. ¿Habrá escrito al respecto en aquel papel que me mandó con un mesero?, ese que decidí tirar para no predisponerme a los llamados del destino.

  - Joaquín no tarda en venir- se escuchó como una vocesita de advertencia que me hizo dar un salto sobre el mismo lugar en el que me encontraba parada.

Había sido un fragmento de la charla que alcancé a escuchar entre dos señoras con vestidos elegantes que se apresuraban a tomar un asiento de las sillas bien predispuestas en los hermosos jardines del Hotel Atitlan. Los primeros invitados comenzaron a llegar. Veía aquel escenario a distancia; la emoción, las sonrisas, torbellinosos y afanosos saludos que se dedicaban los que parecían tenían mucho tiempo de no verse.

Al fin el silencio que se hacía esperar se presentó junto a la llegada del novio. Los invitados aplaudieron al unísono y yo apenas lograba ver su implacable traje negro, su paso seguro y el saludo de fuerte apretón de manos que le otorgó a más de un invitado. Quería acercarme más, pero era inútil, era un área muy bien reservada. Poco después otro eminente silencio, esta vez la novia hacía emblemático ingreso. La boda se llevó a cabo sin altercados y al finalizar todos caminaron rumbo al banquete, que ya estaba listo para los invitados. Fue entonces que logré colarme un poco más a profundidad y el vi el rostro… no se trataba de Joaquín, mi Joaquín. Mentiré sino no digo que una sensación de alivio me recorrió como liberándome de la peor de las sospechas. 

A las orillas

Sonó el despertador, eran las 6:00 am, y daba la primera vuelta en negación, retozaba de un lado a otro en aquella amplia y cómoda cama del Hotel Atitlán, disponía de la almohada sobre mi cabeza como un aislante de sonidos; el despertador continúo insistiendo en que debía de levantarme y recordé que me había propuesto hacerle caso, así que tras un quejido que solo pudieron percibir mis oídos atiné un manotazo al despertador. Me senté en la cama aún con los ojos cerrados, tratando de saborear los vestigios de descanso que aún remanecían en los bostezos de la noche anterior. Al fin acepté que era momento de entrar a la ducha y abrazar un nuevo día.

La idea de levantarme temprano era porque tenía demasiadas ganas de ver un amanecer, de principio a fin, acomodada en la exuberante belleza de los jardines del Hotel Atitlan. Me dirigí a los jardines y el amanecer empezaba a mostrar los primeros rayos de luz, que recorrían traslucidos la superficie del gigante, mientras un cúmulo de nubes que eran empujadas por la mañana se explayaba a lo largo del intenso azul-cielo. La pequeña brisa con la que el Lago de Atitlán refrescaba el ambiente empezaba a relajarme, disfrutaba plenamente del alba.

Fue entonces cuando percibí un movimiento extraño en el staff del Hotel Atitlan, con mucho ritual llevaban sillas, tela blanca y algunos otros artilugios. Me dio demasiada curiosidad y me fui acercando, los preparativos de una boda estaban a la orden del día. El escenario dispuesto frente al Lago Atitlan parecía contar toda una historia de amor que al parecer tendría un feliz inicio. Me fui acercando hasta el cartel que anunciaba la boda que estaría por realizarse y allí estaba, un Joaquín protagonizaba la boda. El corazón me dio un vuelco… ¿podría tratarse de Joaquín?