Monday, August 5, 2013

Ante el alba


Y si se tratara de Joaquín por qué tenía que ponerme tan nerviosa, lo había visto una sola vez hacía ya un par de meses en estos mismo jardines del Hotel Atitlán. No tenía ningún sentido revolotear con mariposeos en el vientre, aun pensando que durante aquella velada, todo el tiempo, él estuviese comprometido. ¿Habrá escrito al respecto en aquel papel que me mandó con un mesero?, ese que decidí tirar para no predisponerme a los llamados del destino.

  - Joaquín no tarda en venir- se escuchó como una vocesita de advertencia que me hizo dar un salto sobre el mismo lugar en el que me encontraba parada.

Había sido un fragmento de la charla que alcancé a escuchar entre dos señoras con vestidos elegantes que se apresuraban a tomar un asiento de las sillas bien predispuestas en los hermosos jardines del Hotel Atitlan. Los primeros invitados comenzaron a llegar. Veía aquel escenario a distancia; la emoción, las sonrisas, torbellinosos y afanosos saludos que se dedicaban los que parecían tenían mucho tiempo de no verse.

Al fin el silencio que se hacía esperar se presentó junto a la llegada del novio. Los invitados aplaudieron al unísono y yo apenas lograba ver su implacable traje negro, su paso seguro y el saludo de fuerte apretón de manos que le otorgó a más de un invitado. Quería acercarme más, pero era inútil, era un área muy bien reservada. Poco después otro eminente silencio, esta vez la novia hacía emblemático ingreso. La boda se llevó a cabo sin altercados y al finalizar todos caminaron rumbo al banquete, que ya estaba listo para los invitados. Fue entonces que logré colarme un poco más a profundidad y el vi el rostro… no se trataba de Joaquín, mi Joaquín. Mentiré sino no digo que una sensación de alivio me recorrió como liberándome de la peor de las sospechas. 

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