Monday, August 5, 2013

A las orillas

Sonó el despertador, eran las 6:00 am, y daba la primera vuelta en negación, retozaba de un lado a otro en aquella amplia y cómoda cama del Hotel Atitlán, disponía de la almohada sobre mi cabeza como un aislante de sonidos; el despertador continúo insistiendo en que debía de levantarme y recordé que me había propuesto hacerle caso, así que tras un quejido que solo pudieron percibir mis oídos atiné un manotazo al despertador. Me senté en la cama aún con los ojos cerrados, tratando de saborear los vestigios de descanso que aún remanecían en los bostezos de la noche anterior. Al fin acepté que era momento de entrar a la ducha y abrazar un nuevo día.

La idea de levantarme temprano era porque tenía demasiadas ganas de ver un amanecer, de principio a fin, acomodada en la exuberante belleza de los jardines del Hotel Atitlan. Me dirigí a los jardines y el amanecer empezaba a mostrar los primeros rayos de luz, que recorrían traslucidos la superficie del gigante, mientras un cúmulo de nubes que eran empujadas por la mañana se explayaba a lo largo del intenso azul-cielo. La pequeña brisa con la que el Lago de Atitlán refrescaba el ambiente empezaba a relajarme, disfrutaba plenamente del alba.

Fue entonces cuando percibí un movimiento extraño en el staff del Hotel Atitlan, con mucho ritual llevaban sillas, tela blanca y algunos otros artilugios. Me dio demasiada curiosidad y me fui acercando, los preparativos de una boda estaban a la orden del día. El escenario dispuesto frente al Lago Atitlan parecía contar toda una historia de amor que al parecer tendría un feliz inicio. Me fui acercando hasta el cartel que anunciaba la boda que estaría por realizarse y allí estaba, un Joaquín protagonizaba la boda. El corazón me dio un vuelco… ¿podría tratarse de Joaquín?

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